Si Ignacio de Loyola vio alguna cosa que le impactó desde el río Cardener el año 1522 cuando llegó a Manresa (Bages) fue, seguramente, la imponente imagen de la basílica de Santa Maria. Conocida popularmente como La Seu es considerada uno de los principales edificios del gótico catalán.
Su emplazamiento elevado acogió, de forma sucesiva, un poblado ibérico, una fortaleza romana y un templo románico. La construcción del edificio actual se inició en 1322 y fue a cargo del mismo arquitecto de Santa Maria del Mar de Barcelona, Berenguer de Montagut. La basílica se culminó a finales del siglo XV con el gótico ya como estilo imperante. Eso sí, las intervenciones posteriores añadieron elementos renacentistas, barrocos o hasta neogóticos, como la fachada del baptisterio.
Los elementos más destacados de la Seu son el impresionante rosetón de la fachada de poniente, la campana y la cripta con un gran tabernáculo de mármol y ocho medallones barrocos.
En el interior llama la atención la colección pictórica, donde sobresale el retablo del Esperit Sant del maestro Pere Serra, uno de los más valiosos de la pintura catalana del siglo XIV.