Cuentan los hechos que, el 3 de agosto de 1458, la Virgen se apareció en unos pastorcillos de la Cirosa que guardaban el rebaño cerca de la Bassadòria. Después de estar un rato jugando con ellos, tomando la forma de una Virgen niña, desapareció en el lugar donde en 1600 se construyó una capilla. Esta aparición propició la construcción de tres templos sucesivos que han sido, desde entonces, lugar de santidad y peregrinaje, al abrigo de los cuales se edificaron varias construcciones, entre ellas la Casa Gran (un antiguo albergue de peregrinos, ejemplo mayúsculo de arquitectura civil renacentista) y un monasterio benedictino.
La actual iglesia empezó a construirse en 1652, y el tramo final, del que se encuentran los muros laterales, nunca llegó a cubrirse. Es dentro de este lugar donde se pueden ver los restos de la antigua iglesia gótica, que se fue desmontando a medida que se avanzaba en las obras del nuevo templo y de la que se conserva el órgano fabricado por Antoni Bordons a finales del siglo XVI.
Las vicisitudes que impidieron la finalización del templo, con varios intentos fallidos hasta bien entrado el siglo XIX, no fueron óbice para que entre 1747 y 1757 el escultor Carles Morató dejara uno de los ejemplos más exuberantes de la retaulística barroca catalana, presidiendo el templo. Conviviendo discretamente, en la capilla del Santísimo, encontramos el retablo de la primera iglesia, obra del portugués Pere Nunyes.